Ante la cuestión de cuál es la fórmula del éxito, quizá deberíamos desarrollar primero la idea de qué es el éxito, o hasta dónde debe llegar el éxito para estar satisfecho con nuestro propósito.
Seguramente en distintas personas el concepto «éxito» tenga distintos significados, sin embargo, si definimos éxito como la consecución de un objetivo a conquistar, el éxito se puede definir con una fórmula de desarrollo. En castellano:
(s+e+d)*a=E
Siendo los factores que suman: la satisfacción (s) con la que se desempeña el objetivo, el esfuerzo (e) que se emplea en la tarea y la dedicación (d) que se le otorga.
La idea de sed de victoria que se suele emplear en la motivación deportiva define estupendamente esta ecuación.
Si estos conceptos son importantes, ya que suman valor a nuestra hazaña personal, existe un cuarto que es aún más relevante, ya que no suma, sino que multiplica: la actitud (a).
La actitud con que uno se enfrenta a la tarea determina el valor mayor o menor de la suma anterior (s+e+d) ya que una actitud positiva está implícita en la satisfacción (s) con que nos dedicamos cada día a nuestro objetivo. Y a la vez esa satisfacción debe invadir totalmente la tarea desde su planteamiento y posteriormente durante su desarrollo y aumenta aun más tras ser alcanzado el objetivo final.
La actitud otorgará también un valor positivo al esfuerzo (e) empleado y al tiempo de desarrollo, esto es, a la dedicación (d).
Debemos entender que para cualquier tarea que requiera habilidad, es determinante el factor tiempo (T), aunque su valor dependa de los demás criterios e incluso de las capacidades del individuo, pero el tiempo será siempre determinante en nuestro objetivo.
Ahora bien, ¿qué es el Éxito?
Como he explicado antes, cada uno tiene su respuesta. Para mí el éxito es el desarrollo de mi propio valor personal.
Independientemente de los logros que haya podido conseguir a lo largo de mi vida, prefiero quedarme como marcador del éxito, con el factor Valor Personal (VP) y para mejorar este factor, creo que todos deberíamos desarrollar la siguiente fórmula:
(c+h)*a=VP
Donde los sumandos son los conocimientos (c) que se aprenden, junto con las habilidades (h) y destrezas que se desarrollan con la experiencia. Y de nuevo un factor que multiplicará la experiencia: la actitud (a), que en este caso representa la manera de ser.
Nuestra manera de ser se determina con la forma que tenemos de comportarnos en sociedad, sumado a la forma que tenemos de comportarnos con nosotros mismos.
Debemos tomar consciencia de que tenemos el deber de buscar la felicidad. A pesar de que se dice que no existe un estado de felicidad constante, sí es posible mantener un estado de alegría, en palabras del antiguo libro chino BUBISHI ser alegre sin motivo. Además debemos entender que la alegría debe ser un estadio de normalidad y en este sentido podemos extraer tres conclusiones:
1º No es normal no estar alegre
2º No nos merecemos no estar alegres
3º El estado de ánimo hay que trabajarlo al igual que se trabaja el cuerpo y la mente. El estado de ánimo se ejercita.
Con el fin de ejercitar nuestro estado de ánimo, directamente implícito en nuestra vida espiritual, debemos aprender a relativizar problemas y diferenciarlos de los dramas.
¿Cuántos dramas podemos vivir a lo largo de nuestra vida? Rara vez más de tres en toda nuestra existencia, al menos en nuestra área cultural. La prueba es sencilla de realizar: ¿Te preocupa hoy de igual manera algo que te preocupaba mucho el año pasado? ¿y hace tres años? Si la respuesta es negativa, es que seguramente no se trataba de un drama.
Como consejo final, planteo al lector que en cualquier empeño que se proponga, sea la ACTITUD con que se enfrenta, el mayor de sus valores. En palabras de la teoría Triorigim: Recurrir al poder de la sonrisa.
Una actitud positiva arrastrará como la corriente de un río cualquier otro valor negativo y multiplicará exponencialmente los valores positivos, ya que por encima de cualquier obligación está la voluntad de desempeño.