El combate perfecto es el que no se hace. Un experto en defensa personal, debe saber, incluso sentir, el momento en el que comenzar el combate, pero debe ser mucho más consciente de cuándo no debe pelear.
El primer concepto a tener en cuenta en nuestra propia idiosincrasia es la frase “Karate ni sente nasi” (en Karate no existe el primer ataque)
Pero debemos además asimilar conceptos como “luchar mañana”, esto es, no provocar el combate aunque estemos seguros de que tenemos razones suficientes para emprender una discusión. En la mayor parte de las ocasiones es mejor dejar que el asunto se “enfríe” y tomar distancia, para que, de esta forma, una vez que los dos sujetos de la discusión estén en condiciones de atender a razón, se pueda reclamar lo que corresponda en cada momento.
Esta es sin duda una situación de anulación personal del Ego, no por ello estamos renunciando ni a nuestra dignidad, ni a nuestros derechos, sino que estamos empleando una estrategia facilitadora para desarrollar posteriormente un pensamiento, cuando se da la mejor oportunidad. En términos de karate deportivo, cuando hay mejor timming, es decir mejor potencialidad de la técnica en tiempo y forma.
Las situaciones de estrés provocadas por un enfado suelen ir acompañadas –y más en ciertos casos propios del desarrollo mental y/o de patologías- de una retroalimentación de frustración ante el límite que ha provocado el enfado.
Si alimentamos esta frustración con una réplica –sobre todo una réplica que suponga una provocación- estaremos forzando una respuesta violenta, que, aunque nosotros seamos la víctima y el otro el agresor, seguramente sin ser conscientes de ello, seremos los responsables involuntarios del ataque. Es decir –y dicho con el mayor respeto- estamos contribuyendo a nuestra propia agresión.
Si establecemos una gráfica, en que uno de los factores sea la intensidad del enfado (con todas sus cargas emocionales y también físicas) y otra el tiempo, una situación normalizada debería dibujar una onda que asciende y vuelve a descender en un tiempo limitado. Por el contrario, cuando se llega a un comportamiento violento, la retroalimentación de frustración ante la respuesta del interlocutor, hace que la línea descendente vuelva a ascender tras cada receso, creando una forma de espiral ascendente, que llegará y sobrepasará la línea roja de la agresión personal.
¿Qué hacer?
Las respuestas más eficaces son las relacionadas con la distancia y el tiempo. Cortar el canal de comunicación por completo, no continuar con la conversación, y dejar que pase cierto tiempo, para que su tensión nerviosa, y su respuesta agresiva o violenta disminuyan a límites seguros.
No sólo nuestro vocabulario se debe medir o cortar, también nuestra comunicación no-verbal, no debemos adoptar posiciones frente al interlocutor, ni cualquier otra postura donde se pueda sentir subyugado. De hecho casi siempre la mejor opción es irse.
El concepto “luchar mañana” nos ayudará a desarrollar nuestras estrategias de razonamiento, además de permitirnos a nosotros también salir del bucle que supone el hecho de desear “tener razón”. Ver los asuntos con perspectiva, dentro de los factores calma y tiempo, nos ayudará a evitar la confortación violenta, y en el caso de que no se pueda evitar el combate, nos estaremos protegiendo al contar con la ventaja de “haber salido ya del problema”, ganando capacidad defensiva.
En el tiempo que tomamos, deberíamos emplear técnicas de relajación y meditación para volver, si fuera preciso, a la cuestión de conflicto con otra perspectiva.
Katas de tensión y relajación, que implican la meditación y la consciencia corporal, como Sanchin y Tensho, son excelentes métodos.