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Archivos Mensuales: septiembre 2016

LUCHAR MAÑANA

LUCHAR MAÑANA

El combate perfecto es el que no se hace. Un experto en defensa personal, debe saber, incluso sentir, el momento en el que comenzar el combate, pero debe ser mucho más consciente de cuándo no debe pelear.

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El primer concepto a tener en cuenta en nuestra propia idiosincrasia es la frase “Karate ni sente nasi” (en Karate no existe el primer ataque)

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Pero debemos además asimilar conceptos como “luchar mañana”, esto es, no provocar el combate aunque estemos seguros de que tenemos razones suficientes para emprender una discusión. En la mayor parte de las ocasiones es mejor dejar que el asunto se “enfríe” y tomar distancia, para que, de esta forma, una vez que los dos sujetos de la discusión estén en condiciones de atender a razón, se pueda reclamar lo que corresponda en cada momento.

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Esta es sin duda una situación de anulación personal del Ego, no por ello estamos renunciando ni a nuestra dignidad, ni a nuestros derechos, sino que estamos empleando una estrategia facilitadora para desarrollar posteriormente un pensamiento, cuando se da la mejor oportunidad. En términos de karate deportivo, cuando hay mejor timming, es decir mejor potencialidad de la técnica en tiempo y forma.

Las situaciones de estrés provocadas por un enfado suelen ir acompañadas –y más en ciertos casos propios del desarrollo mental y/o de patologías- de una retroalimentación de frustración ante el límite que ha provocado el enfado.

Si alimentamos esta frustración con una réplica –sobre todo una réplica que suponga una provocación- estaremos forzando una respuesta violenta, que, aunque nosotros seamos la víctima y el otro el agresor, seguramente sin ser conscientes de ello, seremos los responsables involuntarios del ataque. Es decir –y dicho con el mayor respeto- estamos contribuyendo a nuestra propia agresión.

Si establecemos una gráfica, en que uno de los factores sea la intensidad del enfado (con todas sus cargas emocionales y también físicas) y otra el tiempo, una situación normalizada debería dibujar una onda que asciende y vuelve a descender en un tiempo limitado. Por el contrario, cuando se llega a un comportamiento violento, la retroalimentación de frustración ante la respuesta del interlocutor, hace que la línea descendente vuelva a ascender tras cada receso, creando una forma de espiral ascendente, que llegará y sobrepasará la línea roja de la agresión personal.

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¿Qué hacer?

Las respuestas más eficaces son las relacionadas con la distancia y el tiempo. Cortar el canal de comunicación por completo, no continuar con la conversación, y dejar que pase cierto tiempo, para que su tensión nerviosa, y su respuesta agresiva o violenta disminuyan a límites seguros.

No sólo nuestro vocabulario se debe medir o cortar, también nuestra comunicación no-verbal, no debemos adoptar posiciones frente al interlocutor, ni cualquier otra postura donde se pueda sentir subyugado. De hecho casi siempre la mejor opción es irse.

El concepto “luchar mañana” nos ayudará a desarrollar nuestras estrategias de razonamiento, además de permitirnos a nosotros también salir del bucle que supone el hecho de desear “tener razón”. Ver los asuntos con perspectiva, dentro de los factores calma y tiempo, nos ayudará a evitar la confortación violenta, y en el caso de que no se pueda evitar el combate, nos estaremos protegiendo al contar con la ventaja de “haber salido ya del problema”, ganando capacidad defensiva.

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En el tiempo que tomamos, deberíamos emplear técnicas de relajación y meditación para volver, si fuera preciso, a la cuestión de conflicto con otra perspectiva.

Katas de tensión y relajación, que implican la meditación y la consciencia corporal, como Sanchin y Tensho, son excelentes métodos.

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Publicado por en 25 septiembre, 2016 en Filosofía, Otros

 

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Razón y pasión

Razón y pasión

La razón es fría, pero ve claro; la emoción le debe dar calor, pero sin perder la claridad (J.Balmes)

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Esta frase me ha hecho reflexionar sobre el valor de nuestro Karate en relación a la técnica y a la ejecución de la misma, así como de su aplicación al combate.

Me parece que es una de las mejores definiciones que se le puede dar a mi manera de entender la practica del Karate.

Por un lado tenemos la racionalidad del kihon y el kata. Ejercicios ajustados, medidos, precisos, repetidos una y otra vez hasta conseguir la mecanización e interiorización del movimiento. ¿Pero cuál es el valor de la técnica sin el sentimiento y la emoción al realizarla?

No tiene el mismo valor un gesto memorizado y repetido, que el mismo gesto cargado de intención, acompasado por la correcta respiración, matizado por los grupos musculares correspondientes. Es la atracción de la inspiración, es la quintaesencia.

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No obstante, el Karate japonés, cargado de su intrínseca filosofía, mide estas emociones, las gestiona y debe tratar de que la pasión no supere la propia ejecución.

Ese exceso se aprecia en respiraciones inadecuadas, en gestos desmedidos y poco cuidados, en irregularidades en el mantenimiento del nivel de la cadera y los hombros, en falta de asentamiento… y en un caso de combate real, en el descuido, la falta de guardia y por último la falta de Zanshin (capacidad de mantener la actitud defensiva)

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La racionalidad de la técnica, es la que debe dar paso a la pasión del combate.

En una situación de combate (reglado o no) nuestro cuerpo procurará guiarse por sus propias emociones, algunas reconocidas y otras, sin embargo, que no sabremos reconocer en nosotros mismos. Rigidez, visión «de túnel», fatiga… miedo. Ante una situación de estrés de ese calibre, nos queda recular en nuestro instinto de protección, aferrarnos a la práctica y recurrir al entrenamiento realizado. Aplicar razón a la pasión.

Y si se quiere vencer, pasión a la razón.

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Compensados, conseguiremos el ritmo adecuado, mantendremos nuestra visión periférica, nos oxigenaremos mejor, seremos más creativos… y en definitiva, seremos más eficaces.

Kata es el espíritu del Karate, Kumite es el corazón, ambos deben estar compensados con el fin último de equilibrarse y mejorar.

Karate debe ser una lección de equilibrio, porque en el equilibrio está la armonía, y en la armonía el Do.

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