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Archivos Mensuales: octubre 2016

Detección temprana de talentos. El dragón dormido

Detección temprana de talentos. El dragón dormido

EL TALENTO NATURAL SE HA DE ACOMPAÑAR DE LA CONSTANCIA EN EL ENTRENAMIENTO PARA GARANTIZAR EL ÉXITO.

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Los programas de formación de entrenadores deportivos contienen asignaturas o temáticas relacionadas con la identificación temprana de talentos. Existen múltiples estudios sobre este aspecto en libros y revistas especializadas, sin embargo, este hecho conlleva una serie de riesgos que no son siempre aceptables en base al desarrollo futuro del deportista.

Los condicionamientos que aborda la justificación de la detección de talentos resultan excluyentes en la labor integradora del deporte y se centran tan sólo en pequeñas élites condicionadas por factores genéticos que benefician su desarrollo deportivo, generando una especialización temprana de un individuo, que debería relacionarse con su entorno en un ambiente de desarrollo, conocimiento y experimentación.

El propio análisis en la detección de talentos, por definición, no asegura el éxito en el pronóstico, ya que como cita el Dr. Alberto Lorenzo Calvo, en su trabajo ¿Detección o desarrollo del talento? <<…la detección de talentos basada en criterios objetivos es aún una utopía…>>

Tal como definía el psicólogo estadounidense William James <<La prueba de toda verdad reside, sencillamente, en su eficacia>>

Podemos aseverar que el talento natural, si no se acompaña de la constancia en el entrenamiento, no tiene mayor importancia que la propia facilidad en adquirir ciertas destrezas en el desarrollo futuro, ya que en el joven, como indica el autor Zatsiorski <<las condiciones innatas del atleta y su rendimiento posterior sólo será de un 45%, siendo el 55% restante aportado por el entrenamiento, los factores sociales y los psicológicos>> que en mi opinión, y teniendo en cuenta el factor de nuestra sociedad actual, resultan más influyentes que el propio desempeño del atleta en edades tempranas.

Se puede considerar que a pesar del condicionamiento genético, que por supuesto es innegable, la voluntad e incluso el deseo de excelencia por parte del atleta, resulta más compensatorio que su propia disposición previa al ejercicio.

En este sentido podemos aportar como prueba la cantidad ingente de denominados “juguetes rotos” del deporte que tenemos a nuestro alrededor, o por el contrario, todos los grandes deportistas que, sin apenas posibilidades técnicas y físicas durante su infancia, han tenido grandes desempeños al llegar a la madurez en base a su voluntad y motivación por su actividad.

En el ámbito de mi especialidad, el Karate Kyokushin, este fenómeno de un joven con gran potencial pero que sin embargo no ha logrado despuntar, se denomina Garyu, sobrenombre de Masutatsu Oyama; fundador de nuestra escuela de Karate cuando era joven. El significado es Dragón Yaciente o Dragón Dormido, y fue dotado de este apelativo, por denotar este tipo de características, llegando en su etapa adulta a un gran nivel de desempeño en el arte del Karate.

Considero que se debe fomentar una práctica Humanista del entrenamiento deportivo, en el que el entrenador pueda realizar programaciones integradoras de todos los individuos del equipo o club y donde además de los condicionamientos genéticos, se tengan en cuenta valores relacionados con factores sociales, familiares, académicos, lúdicos, etc.

En este sentido, estoy convencido de que si la instrucción va dirigida a formar niños como personas (a nivel íntegro) y se dan las condiciones adecuadas, ellos mismos surgirán como campeones si así lo desean.

El entrenador es el encargado de gestionar la programación y el tiempo de entreno, así como de dotar de herramientas útiles para el desempeño deportivo, que además puedan aplicar a su vida cotidiana, trasvasándolas a un nivel privado. En palabras de la antropóloga norteamericana Margaret Mead <<Los niños deben ser enseñados en cómo pensar y no en qué pensar>>

Resulta positivo transmitir una pasión por una disciplina a un niño, siempre y cuando esta pasión le ayude a formarse y no le convierta en una mera herramienta de nuestros propios deseos de adulto.

Para concluir esta reflexión, aportaré una serie de datos comunes en los diferentes autores especialistas en la materia.

-La maestría (entendida como domino en la destreza de una actividad deportiva) se consigue en un plazo en torno a los diez años de práctica.

-El deseo de excelencia (la motivación) condiciona totalmente el rendimiento, por encima de factores innatos.

-El talento natural no juega un papel determinante en el resultado, sino que por encima se encuentra la práctica acumulada. A más entreno, mejor desempeño.

-No es posible predecir el rendimiento futuro sin un gran margen de error, condicionado por factores externos y motivacionales.

-Se debe programar el tiempo del atleta para que sea capaz de rendir adecuadamente no sólo en su entrenamiento, sino en su formación académica y sus relaciones sociales y familiares. Apostando por programaciones económicamente concentradas y facilitando un buen ambiente extradeportivo.

-Aun reconociendo la dureza del ejercicio y el entrenamiento, siempre deben tener en cuenta un sentido lúdico y un reconocimiento propio de su desempeño.