Los últimos días de Agosto he tenido el privilegio de pasarlos en Senegal.
Desde el lago Rosa de Dakar y el mercado de las flores, o el mercado de Mali y su histórica estación de ferrocarril, a las selvas de Casamance y sus islas hinóspitas (Caravanne, Itou), pasando por la ciudad desoladora de Kaolac y la pobreza de Gambia, hasta las playas de Saly y sus alrededores (Popenguine…)
He visto con sorpresa como en ocasiones la sonrisa de un niño muy pequeño, es capaz de ensombrecer tragedias humanas enormes.
He visto a personas viviendo en la más absoluita miseria cerca de hoteles de lujo para y de extrangeros.
He visto lugares que podrían ser paraisos naturales y turísticos convertidos en auténticos vertederos residenciales.
A cambio también me he encontrado con un país dispuesto a mejorar, consciente de sus deficits, pero con ganas de salir al mundo.
Senegal es en efecto, como ellos dicen EL PAIS DE LA TERANGA (la hospitalidad) un lugar donde todo el mundo saluda al semejante con la mejor de sus sonrisas y otorgando el más cálido de sus abrazos, que hace al viajero meditar sobre si en realidad el autóctono es consceiente de lo que tiene y lo que podría tener.
Es increible ver la cantidad de recursos desaprovechados.
Es vergonzoso para un europeo ver monumentos a la esclavitud como la isla de Goree, que da al vistante con dos dedos de frente una bofetada con caracter retroactivo.
Y me resultó emocionante el entusiasmo con que los niños y los adultos agradecián exhibiciones y breves enseñanzas del karate intentaba transmitir allá por donde iba. Ver como todos los niños de una pequeña aldea a la que se accede en barca, te despiden desde el embarcadero realizando las técnicas que yo les iba contando, y gritando cada vez más fuerte para que siguiera oyéndoles desde lejos, fue una experiencia que realmente me elevó el espíritu.
Muchas gracias y mucha suerte, Senegal.
Shihan Iván Pérez Robles 